El mundo que vivimos y el entorno que nos rodea parecen cambiar y transformarse de manera cada vez más incontrolable. Sin duda alguna, este hecho influye de manera directa en nuestro ritmo y modo de vida, no solo a nivel personal sino también profesional.
La música en sí misma es un concepto fascinante y subjetivo, está dentro de cada ser humano, en la vida, en la naturaleza, en Dios; ella está en el aire que respiramos, en los sentimientos que percibimos y en el paisaje que apreciamos. Ella está en todos lados, pues es la esencia del ser; y está allí indistintamente de la época y del tiempo. Ahora bien, aunque evolucione a través del tiempo, en realidad lo que evoluciona es la forma en que los seres humanos la perciben, la sienten, la entienden, la manejan, la transmiten, la trabajan y la hacen parte de una época determinada. En este sentido, no cabe duda de que la manera de afrontar y manejar la vida profesional del músico actual no puede compararse si quiera con la del músico de hace dos o tres décadas atrás.
He allí donde se centra mi pequeña reflexión. Compartiré los aspectos más sobresalientes sobre este perfil por el que debería apostar todo músico del siglo XXI:
Iniciaré con una frase prestada del violonchelista vasco Asier Polo: “nuestro tiempo nos exige ahora a ser más artistas que nunca, es decir, acercarnos a la gente, ser sensibles, trabajar con pasión pero, por sobre todas las cosas, con ¡ilusión!”. No basta con tener la edad perfecta, tocar fenomenal o tener un don especial, el músico actual debe enfatizar aún más el reforzamiento de valores y experiencias tales como el respeto al arte, la honestidad profesional, la sensibilidad, la minuciosidad, la flexibilidad, pues el mundo en el que vivimos, las facilidades y a la vez las dificultades que se nos presentan, se convierten cada vez más en elementos tentadores a la mediocridad, el facilismo y la falta de ética.
En segundo lugar, así como se han ampliado tan significativamente las herramientas de búsqueda y adquisición de conocimiento, así mismo debe ampliarse el horizonte de aprendizaje del músico del siglo XXI. Es indispensable esmerarse por saber, ser creativos, curiosos, conocer su instrumento, repertorio y no dejar de investigar nunca, leer buena literatura, poesía, admirar obras de arte, apreciar el buen cine, en fin, aprovechar al máximo todas las facilidades que se tienen ahora para acceder al conocimiento, facilidad de la que carecían los músicos del siglo pasado. Sin embargo, este fácil acceso a la información que tenemos hoy día también puede generar ciertos vicios si no estamos enteramente centrados en nuestra razón de ser como músicos. Un clic es lo que necesitamos para escuchar la interpretación de cualquier músico en concierto. Así pues, quienes son propensos a la competencia no canalizada, a las comparaciones insanas, a la desmotivación e incluso al individualismo y egocentrismo, esta apertura que nos brinda el mundo globalizado pasa a ser entonces un elemento contra producente. La oportunidad de conocer aquello que están haciendo cientos de músicos en otros países del mundo debe servir únicamente como herramienta de aprendizaje y como aspecto referencial, o mejor aun, motivador, pero nunca debe usarse para establecer comparaciones desafortunadas, ni para sentirse ni más ni menos que aquel otro músico. El talento de cada uno es único. Cada ser tiene algo distinto que aportar a la música, al mundo y al arte. La humildad es un valor esencial que hay que cultivar en esta carrera. Tan esencial
Es en mi opinión que quien no la cosecha se coloca límites y barreras a sí mismo. Aunque no parezca, la música es tan pura que por muy impecable que sea una ejecución, la actitud sin humildad influye de manera determinante en el resultado de ella. Si queremos que nuestro talento sea reconocido, la mejor manera es empezar por apreciar de manera positiva el de los demás, el de nuestros maestros, compañeros, entre otros.
En tercer lugar, el adaptarse a este mundo interconectado también supone un reto mucho mayor. Por ejemplo, el aprendizaje de otros idiomas representa una ventaja enorme para el músico actual pues le permite acceder a bibliografía importante, a relacionarse con músicos internacionales, a romper barreras culturales, a incursionar en proyectos musicales internacionales, a eliminar el impedimento que supone el idioma a la hora de concursar en un conservatorio o institución donde no se hable español, entre otros. Asimismo, el uso del internet y la experticia en redes sociales se hace cada vez más fundamental. Básicamente, si no estás en la red, no existes para el mundo. Hacer uso de esta herramienta digital de manera rigurosa y responsable es un privilegio del que no gozaban los músicos de hace poco tiempo atrás. Se trata de un medio útil, práctico y sencillo que nos brinda la ventaja de darnos a conocer y ser fácil de contactar, de compartir material valioso con gran cantidad de personas en fracciones de segundos, de obtener información importante sobre becas, concursos, cursos, audiciones sin necesidad de trasladarse, de guardar y compartir nuestros propios videos, audios, etc... No se acaban las posibilidades. De igual modo, el músico actual debe interesarse en instruirse acerca de ciertos aspectos fundamentales a nivel laboral, como por ejemplo: cómo se contrata a los músicos, cómo se registra la obra en la propiedad intelectual, cómo se comercializa la música, quién contrata servicios de música y cómo se accede a ellos, cómo se elabora un curriculum, cómo se elabora un dossier para una presentación, cuáles son los requisitos para grabar un disco, etc. Y por último, considerar la importancia del ejercicio físico dentro de esta vida de tanta demanda física e intelectual es un factor importantísimo. No existe una consciencia total acerca del desgaste físico que sufre un músico durante el estudio y conciertos, pero es una realidad; por lo tanto, igual que los deportistas, dentro de su cotidianidad los músicos deben darle espacio a un entrenamiento físico que le permita a su cuerpo soportar el arduo ritmo de trabajo. Actividades como el yoga, el tai chi son ampliamente recomendados pues involucran tanto ejercicio físico como técnicas de respiración y relajación.
Todo esto nos lleva a comprender que a un músico actual le cuesta cada vez más invertir 10 o 12 horas de estudio diarias en el instrumento (como probablemente podían hacer hace un siglo atrás). El ritmo de vida ha cambiado considerablemente y las exigencias también. Como vemos, el músico debe ahora invertir tiempo en tareas que antiguamente ni se conocían para poder incursionar exitosamente en la vida artística profesional, además de las horas dedicadas al trabajo, este último un aspecto para nada negociable en el mundo de hoy. Entre trabajar e invertir tiempo en conocer muchas otras cosas fuera del instrumento, las horas de estudio se reducen significativamente. Es aquí donde merece la pena destacar la importancia del estudio inteligente y productivo. La calidad predomina sobre la cantidad. Vale más estudiar dos horas de manera eficiente que seis sin una concentración apropiada. Esta profesión exige en la actualidad mucho más que tocar muy bien, implica conocer el medio en el que se desarrolla y conocer los mecanismos para ofrecer el talento de una forma creativa, que enriquezca a la sociedad al proponer productos culturales transformadores.
Adriana Biaggi Quintero
Profesora de Piano
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