“Practica con tus dedos y necesitarás todo el día. Practica con mente, cuerpo y alma y lo podrás hacer en una hora y media” (Leopold Auer)
Luego de entrar en contexto por medio de las palabras del violinista, director y compositor húngaro, Leopold Auer, deseo iniciar mi reflexión haciendo las siguientes preguntas: ¿Qué está detrás de un gran futbolista?, ¿qué se halla detrás de una bailarina exitosa?, y ¿detrás de un músico brillante? No escatimaremos en responder, sin duda alguna, tiempo de práctica y entrenamiento. Pero, ¿se trata de una práctica cualquiera? ¿Nos hemos preguntado alguna vez de qué manera debemos practicar y orientar nuestro estudio?
Parece ser un hecho muy común que la mayoría de los estudiantes practican su instrumento de una manera descuidada, es decir, repitiendo este pasaje 15 veces, tocando esta pieza durante 30 minutos sin mayor detenimiento y practicando esta obra en modo automático (por ejemplo, nos detenemos cuando no nos gusta algo y repetimos hasta que suene mejor, continuamos hasta el próximo error, y así sucesivamente). Bajo este patrón de estudio el ejecutante no está desarrollando ni poniendo a prueba capacidad analítica-reflexiva alguna, no está generando consciencia en el proceso de aprendizaje y no está tomando un rol activo, creativo ni protagónico en su proceso de internalización de la obra.
Esta es la manera, de hecho, como podemos practicar una pieza por horas, días y semanas y sentir que no hemos logrado grandes avances. Con este modelo se fortalecen los hábitos y los errores no deseables, aumentando las posibilidades de cometer errores más adelante. El Dr. Noa Kageyama, psicólogo de la interpretación musical y profesor de Julliard School, menciona constantemente a sus alumnos que “la práctica no lo hace a uno perfecto sino que crea hábitos permanentes”. Es por ello que la práctica descuidada disminuye, además, la confianza en sí mismo, ya que una parte de nuestro ser se da cuenta de que no sabe realmente cómo producir los resultados deseados de forma consistente y permanente. En resumen, tendemos a practicar inconscientemente y queremos tocar en el escenario de una manera consciente, lo cual no es una receta muy lógica.
¿Qué sucede exactamente? Esta descuidada e ineficaz manera de estudiar no estimula la actividad del hemisferio izquierdo de nuestro cerebro (el hemisferio encargado de las palabras, los números, la lógica, el análisis, el criticismo y el juicio) durante la práctica, sino que le deja toda la carga al hemisferio derecho (encargado de los sonidos, las imágenes, los patrones, las funciones quinestésicas y sensoriales, las emociones, la libre asociación y la creatividad), por lo que tan pronto como nos subimos al escenario nuestro hemisferio izquierdo nos inunda con pensamientos sobre analíticos, con críticas, juicios, dudas y muchas cosas más que solo sirven para preocuparnos y generarnos inseguridad y nervios al momento de tocar. En definitiva, se rompe con el equilibrio deseable. En este sentido, el violinista Paul Kantor afirma que el salón de práctica debe ser, pues, un laboratorio donde uno puede jugar con ideas diferentes, musicales y técnicas, para ver qué combinación de ingredientes producen los resultados deseados. Así, en vez de un proceso inconsciente de ensayo y error, una práctica correcta es un “proceso de experimentación consciente y activo con objetivos e hipótesis claros”.-
Esto es, sin duda, una búsqueda personal. Sin embargo, algunos consejos para llevar a cabo esta práctica efectiva pueden ser:
- establecer la duración de las sesiones de práctica tomando en consideración el tiempo en el que puedas estar totalmente concentrado
- llevar un control de los objetivos que deseas alcanzar durante la práctica y de lo que descubres en ella (por ejemplo, tener una idea clara del sonido que quieres producir y trabajar en él, o de la articulación específica que quieres mejorar, etc.)
- cuando un pasaje en particular no está saliendo no es necesario repetirlo infinitas veces sino establecer un modelo de resolución de problemas en el que seas capaz de identificar la naturaleza y la causa del problema y proponer posibles soluciones hasta reconocer e implementar la mejor solución.
- la respiración consciente con el fin de invertir signos de estrés y ansiedad y liberar exceso de tensión en cada uno de los músculos del cuerpo; y el direccionamiento de la energía de todo el cuerpo hacia nuestro centro (la sensación de estar centrados y sin distracciones genera un estado de calma y seguridad que resulta ser muy positivo en el escenario).
Adriana Biaggi Quintero
Cátedra de Piano